Presentación Comentarios literarios
Tramas Que Sorprenden: Un Viaje Por Los Giros Inesperados De Los Escritos
Autores: Aliaga Aliaga Hellen Lucero Chávez Ruíz Ceyler Jhonatan Tasilla Chávez Yanina Lisbeth
Fecha de entrega: 06 de noviembre del 2024
La escritura es un arte que conecta costumbres y comunidades, facilitando un reencuentro con nosotros mismos. En este sentido, es esencial reconocer a los escritores de nuestro entorno, cuya dedicación y esfuerzo a menudo pasan desapercibidos. Un autor que destaca en este contexto es William Guillén Padilla, nacido en Hualgayoc, Cajamarca, en 1963. Considerado uno de los más importantes y prolíficos exponentes de la minificción, Guillén Padilla ha enriquecido la literatura peruana desde 2004 con obras que abarcan poesía, minificción, cuento, novela e investigación histórica. Su legado merece ser estudiado y valorado por su profundidad y originalidad. En su obra ‘Los escritos del oidor’ nos muestra un mundo totalmente interesante lleno de historias y reflexiones que sorprenden al lector, particularmente el giro inesperado revela cómo las verdades ocultas transforman no solo la narrativa, sino también la percepción que tenemos de nosotros mismos y de quienes nos rodean. Además, no solo redefine la trama, sino que también subraya la complejidad de la verdad y sus múltiples facetas.
Sara —Sara es mi corazón andante: faro, montaña, estrella, camino. Sara es mi alma en paz conmigo. Sara es Sara: amanecer, puente, puerta... Eso ni el comienzo es, pues Sara es Sara: mi hija pequeñita que rompe en llanto entre mis brazos cuando le digo que su papá falleció en la guerra. ¡Oh, padre, deme una penitencia para ser perdonada por semejante mentira! —¿Tienes algo más que decir en esta confesión, hija mía? —Sí, padre, realmente por lo que vine: Sara es... hija suya. El confesor mira sin asombro a Patricia, quien presurosa se incorpora y atraviesa el templo para alcanzar la calle donde la espera Sara. “Esto será un secreto más para sufrir”, piensa el viejo cura, buscando en su prodigiosa memoria los detalles de su primer cumpleaños en su nueva parroquia: los ocho botellones de vino añejo, la alegría de su corazón y la única vez que incumplió su promesa de celibato. Inmediatamente, imagina la carta que escribirá a su obispo, explicando el porqué de su renuncia. Patricia, por su parte, abraza a Sara, suspira y siente un gran alivio: el Día de los Inocentes ha tenido un buen comienzo. (Guillen Padilla, 2007, p.12) Se evidencia la mentira como fin supremo para obtener beneficio propio, sin importar el resultado que se pueda generar, por otro lado, el cargo de conciencia del padre por haber fallado en sus votos sacerdotales en algún momento lo llevaban a creer en la confesión de esta mujer, quien está dispuesta a asumir los efectos de sus actos. Este microcuento muestra un acto injusto, una realidad cotidiana en nuestra sociedad, el uso de la mentira para obtener la responsabilidad paternal, sin embargo, hoy gracias al avance tecnológico ya se puede realizar las muestras de ADN de una forma más efectiva. Asimismo, es de importancia considerar que el acto injusto no hubiera tenido efectividad si no hubiera existido hechos de por medio que lo justifiquen. La verdad es un reflejo de nuestra integridad. Cuando mentimos, no solo distorsionamos la realidad para los demás, sino que también rompemos la confianza que nos conecta. Cada mentira crea una cadena que nos atrapa, haciéndonos cargar con el peso de mantener una fachada. La verdad, aunque a veces incómoda, es liberadora y nos permite caminar con la frente en alto, sabiendo que somos fieles a quienes somos y a lo que creemos. Reflexionar sobre nuestras acciones y sus posibles consecuencias es un acto de responsabilidad, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.
La esperada muerte del gran amigo Bizcocho era travieso y —excepción en su especie— no cazaba ratones. Bizcocho era cariñoso y dormilón; burla de ratas y cucarachas. Bizcocho era así, qué se le iba a hacer. Tenía el color —nadie habría podido contradecirnos— de un verdadero bizcocho; por eso hoy el abuelo lo ha confundido: dormido en la panera lo ha partido en dos. Él no deja de lamentar su buena manera de comer bizcochos y panes: con la gran bayoneta de oficial jubilado. En todo este drama nadie más preocupados que nosotros, los ratones que nacimos en la cama de Bizcocho, el enorme y amable gato que hoy ha muerto. Esa situación puede interpretarse como una mezcla de humor negro y absurdo. el juego de palabras entre "bizcocho" como nombre del gato y "bizcocho" como alimento crea un escenario surrealista donde una confusión tan exagerada tiene consecuencias fatales. (Guillen Padilla, 2007, p.16)
En un nivel más profundo simboliza cómo los malentendidos, por más pequeños que sean, pueden tener impactos inesperados y trágicos. También es una crítica a la falta de atención o cuidado en la forma en que percibimos y tratamos a los seres que nos rodean, resaltando el impacto que puede tener una simple confusión. La situación de "bizcocho" puede reflejar cómo vivimos en una era donde la falta de atención a los detalles y la rapidez con que tomamos decisiones puede generar consecuencias desafortunadas. Además, en un plano más amplio, se considera una crítica a la superficialidad con la que a menudo tratamos temas importantes. Confundir a un gato con un bizcocho puede parecer absurdo, pero en la vida diaria, errores basados en malentendidos o falta de atención pueden generar problemas sociales, emocionales o incluso de seguridad. Este tipo de situaciones nos invitan a ser más conscientes de nuestras acciones y a evitar actuar sin reflexión, algo especialmente relevante en un contexto donde las decisiones rápidas y la desinformación están a la orden del día. La historia del gato bizcocho nos recuerda que, en un mundo donde todo parece ir a gran velocidad, detenernos a observar, comprender y pensar antes de actuar es fundamental. Los malentendidos, por más simples que parezcan, pueden llevar a situaciones irreversibles.
Muerte a traición Era el último toro, mi capitán. Se llamaba Barroso. En la plaza no cabía un alma más. Todo era fiesta. La banda de músicos que amenizaba, más alegre que las tardes anteriores, tocaba la marinera que tanto le gusta a usted: “La Concheperla”. Era una gran tarde de toros, le juro mi capitán, hasta que salió Barroso, el último toro. Parecía un perro bóxer gigante: su pecho del ancho de este cuarto y sus cuernos como sables. Era más grande que cuatro bueyes de Juvencio, le juro que no exagero mi capitán. Un inmenso toro de lidia que asustó a toreros, matadores, picadores, rejoneadores y a cuantos estuvimos esta tarde en lo que fue la tradicional plaza de toros de Torón. Nadie quería torearlo. —Muy alta la cabeza —decía el matador portugués. —Toro mañoso, se le nota —comentaba el juez de la plaza. Pero igualito nomás, la gente quería sangre y empezó a gritar: —¡Que entren esos toreros cobardes, o si no que nos devuelvan nuestro dinero! Peores insultos dijeron, mi capitán. A final, imagínese lo que pasó: el más diestro y experimentado torero, llegado del mismísimo Portugal, escondido en la barrera y aprovechando que Barroso pasaba por su lado, sacó un revólver y lo mató. A traición lo mató. Ahí empezó todo, mi capitán, la gente en tropa invadió la plaza y agredió al asesino del pobre toro. Éramos cinco policías intentando proteger a diez toreros de la agresión de tres mil espectadores. Qué íbamos a hacer, mi capitán, sino ayudar a lincharlos, pues somos una policía que está de lado del pueblo; pero sobre todo de usted, pues, entre nos, ese diestro torerito portugués —que de Dios goce y en paz descanse— era amante de su mujer y usted sí lo sabía, ¿verdad mi capitán?, ¿o no? ¿No? ¿No? (Guillen Padilla, 2007, p.33.)
La historia nos presenta un escenario donde la ética y la justicia se ponen en juego. La acción del torero representa una clara violación de las expectativas de valentía y respeto hacia el animal que se esperan de su profesión. Este acto de cobardía genera una profunda indignación en la gente, reflejando un rechazo hacia la injusticia y la crueldad. Sin embargo, la reacción violenta de la multitud, llegando incluso a matar al torero, nos muestra que la ira y la venganza no son soluciones válidas. La historia nos da a conocer sobre la delgada línea que separa la justicia de la violencia, y cómo la búsqueda de venganza puede perpetuar un ciclo de violencia sin fin. El relato plantea un problema ético complejo que nos da a considerar sobre la justicia y la violencia. Si bien la acción del torero es condenable por su cobardía y falta de respeto hacia el animal, la respuesta violenta de la gente no es la solución. Como ciudadanos, debemos aprender que la violencia nunca es la respuesta y que la búsqueda de justicia debe realizarse a través de canales legales y pacíficos. Debemos buscar alternativas que promuevan el respeto por la vida y la resolución de conflictos de manera constructiva. Esta situación nos lleva a meditar sobre la injusticia y la violencia, donde un torero que, en lugar de enfrentar al toro en un combate justo, lo mata con un revólver, mostrando cobardía y falta de ética. Por otro lado, la reacción de la gente al alterar la secuencia de los eventos, provoca reacciones inesperadas y negativas. La respuesta violenta hacia el torero nos hace pensar sobre la violencia como solución, y la necesidad de buscar alternativas pacíficas como el diálogo y la justicia legal para combatir la injusticia.
Ellas Su perfume las delata. Su andar. Sus caritas pintadas hasta la saciedad. Así son ellas: minifaldas de cuero y cabellos rubios (con su dinero, claro está). Sus preguntas, las de siempre: ¿Cómo te fue con el superintendente de la mina que saliste ayer?, ¿le contaste la triste historia de tu vida para que te dé un poco más?, ¿realmente te pagó ciento cincuenta dólares por una hora? Desde que llegaron a Torón sabemos que algo anda mal. La mina ha cambiado las buenas costumbres. Las beatas se persignan cuando las ven pasar de dos en dos con los rostros más pintados que mandil de pintor, siempre fumando o pidiendo dólares a cambio de sus favores. Así son ellas, abuela, y —¿ya lo habrás notado mientras me cambio de ropa? — desde ahora, por qué no, también yo. (Guillen Padilla, 2007, p. 91)
Este microcuento, narrado desde la perspectiva de una joven, expone la cruda realidad de la influencia social, donde la tentación del dinero fácil, a través de la prostitución, se presenta como una alternativa atractiva. La vulnerabilidad de la joven ante las presiones de su entorno y el potencial peligro de sucumbir a ellas se revelan en la brevedad del relato, que deja al lector considerar sobre las complejidades de las presiones sociales y la lucha individual por navegarlas. La ambigüedad de la historia, sin revelar si la joven solo observa o está a punto de tomar una decisión similar, obliga al lector a confrontar las incómodas realidades de la dinámica social y el delicado equilibrio entre la agencia personal y las influencias externas. Es fundamental recordar que no todos los que nos rodean son modelos a seguir. Si bien la influencia social es poderosa, no debemos dejar que nos arrastre hacia caminos equivocados. Hay quienes buscan la fácil, incluso recurriendo a la ilegalidad, y no debemos caer en la trampa de pensar que ese es el único camino. La integridad y la ética son valores que debemos cultivar, y no debemos permitir que la presión social nos aleje de ellos. Es importante elegir nuestros propios modelos, aquellos que encarnen los valores que nos inspiran y nos guían hacia un futuro positivo y honesto. La falta de alternativas puede llevarnos a justificar comportamientos que sabemos que están mal. Para elegir buenos modelos a seguir se debe cuestionar sus valores, sus acciones y su impacto en los demás. No se trata de encontrar a la "persona perfecta”, sino de identificar aquellos que nos inspiran a ser mejores versiones de nosotros mismos. Debemos ser críticos con las personas que nos rodean, cuestionar sus acciones y elegir aquellos que nos guíen hacia un camino de integridad y responsabilidad.
"Los escritos del oidor" de William Guillén Padilla se presenta como una obra profunda que invita a la reflexión sobre la naturaleza humana. A través de su narrativa cautivadora, el autor revela cómo la mentira y las apariencias pueden llevar a la confusión y al daño, destacando la complejidad de las relaciones interpersonales. Además, Guillén Padilla nos confronta con la realidad de quienes, en su deseo de encajar, sacrifican su propia esencia. Esta obra no solo entretiene, sino que también desafía al lector a cuestionar las dinámicas sociales y su propia identidad en un mundo repleto de engaños. ´Los escritos del oidor’ nos recuerda que la realidad es a menudo más intrincada de lo que parece, invitándonos a explorar las capas ocultas de nuestras experiencias. Referencia: Padilla, W. (2007). Los escritos del oidor. Lluvia Editores.
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