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“LA ÚLTIMA MARINERA”: A PROPÓSITO DE LA NUEVA LITERATURA LATINOAMERICANA

Alejandro Medina Ycochea*

Hoy siento la urgencia de reclamarle al Perú escritores que renueven el panorama contemporáneo de la Literatura. A mi parecer, y por razones que hacen amado a un escritor (adicionalmente a los méritos de su obra), el mejor novelista peruano de todos los tiempos es el taita José María Arguedas. Escritor al que literatos y científicos sociales, allá por el año 1964, denostaron de su obra “Todas las sangres”, y hoy es la novela insignia del indigenismo y, por consiguiente, de la identidad del Perú; un país que, si bien es cierto es una mixtura de razas y pueblos costeños y amazónicos, es netamente y poderosamente: Andino.

Y en esa mirada veo esa sangre nuestra, en metaforismo referido a nuestras letras, congelada, coagulada. Hay que considerar que cada tiempo histórico debe renovar su arte, su ideario y su derrotero. De esta suerte, se necesita sangre nueva, urge sangre renovada, necesitamos nuevos escritores que no escriban –o intenten escribir– como Vargas Llosa, nuestro premio Nobel. Así como en un plano paralelo, en la poesía, ojalá sea que los poetas dejen de poemar como Vallejo. Y allí, en la búsqueda de esos cambios, de nuevas lecturas, es que me encuentro con un escritor peruano radicado en Alemania, Melacio Castro Mendoza, un hombre cosmopolita que no ha perdido sus raíces peruanas. Y de esa raigambre escribe sobre nuestra tierra, y lo hace con una voz nueva, polifónica, con un neorrealismo mágico, o dicho de otra manera: un real maravilloso de estos tiempos (donde si Gabriel García Márquez tuvo su Macondo, el autor tiene su pueblo imaginado llamado “Amargura”). Me refiero a su novela intitulada “La última marinera”. (Editorial Adarve, Madrid, España, 2022).

La historia narrada no es lineal, en su modernidad se cuenta en planos diferentes que toman unidad cada que el lector continúa leyendo, cincuenta y siete capítulos que divergen y convergen en los capítulos finales. Dueño de un buen manejo verbal y asumiendo el habla peculiar de cada personaje, logra el cometido sublime de contar bien y con ello atraparnos en las páginas de su novela. Su obra transcurre entre el norte del Perú y Alemania; pero la vida de los personajes nos muestra nuestro país en su completa extensión, esto es, la costa, la sierra y la selva. Lo mismo ocurre en el tiempo, remitiéndonos a los moches, a los incas, a la colonia aristocrática y nos conduce a lo largo de nuestra penosa vida republicana, siempre acotando reflexiones que salen de boca de sus personajes, pues, con cacumen nos da un paseo por nuestra historia, siempre sin dejar de novelar. Su novela va en búsqueda de la novela total, aquella que explora o trata de abarcar la supuesta realidad en todos sus niveles y planos.

Esta obra es un espejo de nuestra realidad, realidad que Melacio Castro sabe plasmar con su exquisita prosa. Un discurso narrativo que versa sobre aquella heterogeneidad cultural de la que nos hablaba Antonio Cornejo Polar, intelectual peruano especializado en literatura hispanoamericana. Y nos trae un mensaje de paz, en tiempos donde el mundo se cubre con un manto de muerte, debido a los conflictos bélicos entre naciones. El Perú, una tierra hermosa, de belleza natural incomparable, también se vistió de luto en la época del conflicto armado interno, y el pueblo pagó con su vida los errores de la ideología política y los errores del Estado al enfrentarla. Pero, en contraparte, la novela rescata el valor resurrecional de nuestro pueblo. Así, siendo la marinera un baile garboso, festivo y elegante del norte peruano, es la metáfora de lo que somos, de la alegría que se sobrepone por sobre la tragedia. Y es la “última” marinera, pues acabado el baile, acaba una vida, la del chalán que le baila; al tiempo que dos amantes: Lorenzo Claro y Sol Dorado Del Valle, se reencuentran para ya no perderse el uno al otro, lo que significará el punto de inflexión de la historia, la luz al final del túnel, la continuación de la vida aunque haya muerte, el triunfo del amor por sobre las ideologías, aún por sobre la muerte misma, un amor que se contagia al prójimo, la promesa de una nueva vida sin discriminación, sin racismo, en un mundo donde la justicia nos conceda una benéfica paz.

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* Alejandro Medina Ycochea. Abogado, politólogo, escritor y artista plástico.

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