MARCO ANTONIO Y EL CORONEL ANICETO HOYOS[1]

                                                                       Ricardo Cabanillas Aguilar

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MarcoAntonio Corcuera Díaz (Contumazá, 1917 – Trujillo, 2009) es más conocido y re-conocido como poeta que como narrador.Marco Antonio es un forjador de versos diáfanos, de luz, de magia con aroma a ruralidad. Su poesía es un fúlgido e inagotable  hontanar del cual fluyen las inveteradas voces de la sensibilidad de la tierra,  la identidad y el sentido de pertenencia y de pertinencia. Este es el gran legado que nos deja a nosotros los cajamarquinos para construir las abiertas fronteras de nuestra cultura regional. Para eso escribió los poemarios “Semilla de paisaje”, “Sendero Junto al Trino”, “Piedra y canto”, “Los aires del alhelí”, “El salmo herido”, “La luz incorporada”, “Halcones y torcazas”, etc., cuyos versos  en nuestro espíritu  lector,  se convierten en riachuelos de luz, denotando a raudales una profunda sensibilidad y galopante ternura. Esa es y será siempre la poesía de Marco Antonio Corcuera.

Sin embargo, la narrativa, también ha seducido el alma sensible de Marco Antonio Y la narrativa es también parte de su poética. Poética entendida según AlgirdasJulienGreimas como el estudio de la poesía o  como la teoría general de las obras literarias (Greimas y Courtes, Semiótica, "Poética", Diccionario razonado de la teoría del lenguaje,  p. 309). O como lo sostiene con un enfoque más amplio  TzvetanTodorov: poética es una ciencia que estudia el discurso literario. Es decir, la poética  apunta a una reflexión científica sobre la literatura, ubicándose no en el conjunto de hechos empíricos que determinan las obras literarias, sino en el discurso literario.

Verso y prosa se  interconectan  en la poética de Marco Antonio Corcuera. Nos ocuparemos ahora acerca de su narrativa, plasmada en el cultivo del  cuento breve.  Precisamente, tenemos ahora la fresca publicación de  “El Coronel Aniceto Hoyos y otros cuentos. Un manojo de 12 relatos, cuyos títulos son: El coronel Aniceto Hoyos, El Corbacho, El duelo, El suicida, las cuatro llaves, el enamorado, la gotera de sangre, el espejo de la muerte, la mano, nostalgia, la cacería de los mellizos y Estaba muerta.

El propio autor considera que:

El cuento constituye el género autónomo que, aunque lindó con la narración la fábula y el canto, ahora se ha separado de la novela, cuya preponderancia ha asumido límites insospechados como análisis de las actitudes humanas en sus estratos más profundos; en la novela los personajes se independizan del autor, constituyen entes propios que actúan con vida real, mientras que en el cuento el autor conserva su predominio. El relato en cambio, participa de ambos y constituye una actividad intermedia, una especia de eslabón que, a la vez que los une, los diferencia. Su tónica es la claridad y la sencillez. (Corcuera, 2005)

El estilo de Marco Antonio Corcuera es limpio, claro y sencillo. En algunos cuentos el tema que predomina es la muerte y un airecillo macabro en torno a lo sobrenatural y milagroso,  en una suerte de lejana reminiscencia  de ciertos relatos de Edgar Allan Poe y de H.P. Lovecraft. Así tenemos que en el cuento “El duelo”, los protagonistas se desafían hasta alcanzar los límites de la muerte. En el cuento “El Suicida”, el protagonista relata confuso y asombrado, los últimos instantes de su vida. En “La gotera de sangre”,  el autor describe  un espectáculo macabro:

[…] unas manos se habían anillado y endurecido en el cuello del guardián, cuyo cuerpo yacía con la lengua extendida y los ojos fuera de sus órbitas, pero sin huellas de forcejeos.

Una sangre reseca y estirada pendía de la canaleta del tejado mecida por el  viento como si estuviese llamando”. (Corcuera, 2005)

En el relato “El espejo de la muerte”, el protagonista  descubre en el velorio que el cadáver  que estaba contemplando era el suyo; es decir, el propio protagonista estaba viendo velar a su propio cuerpo. En el cuento “Estaba muerta”, el protagonista recoge a una dama  superviviente de un accidente automovilístico, y la traslada hasta el panteón donde desaparece furtivamente. Poco después descubre que la misteriosa dama era su enamorada y oh, sorpresa, en realidad estaba muerta.

En el cuento “La mano”, se produce un hecho sobrenatural y terrorífico. A consecuencia de la infidelidad de la mujer, el esposo mata al amante y lo entierra sin demora. A los pocos días, de manera insólita, aparece fuera del sepulcro la mano de la víctima. El asesino vuelve a enterrar el cadáver con más cuidado y a mayor profundidad, pero al poco tiempo nuevamente la mano aparece fuera del sepulcro:“Era una mano pálida, acusadora, persistente”.

“Las cuatro llaves”, es un relato que trata de dos amantes  que en el cuarto donde daban rienda suelta a sus amoríos,  encuentran un periódico con la noticia de la muerte de los protagonistas de este amor prohibido. Con gran asombro, descubren que los fallecidos eran ellos. Entonces, muy asustados,  van a la Iglesia, se arrepienten y deciden separarse para siempre y nunca más pecar.

Hemos dejado para  el comentario final, el cuento emblemático titulado: “El Coronel Aniceto Hoyos”, tal vez el cuento más logrado desde nuestro punto de vista.El buen cuentista  comienza con una buena entrada, un inicio sorpresivo, llamativo, mediado por el suspense y la retórica literaria: Este es el “enganche” que atrapará de una vez y para siempre la razón y la emoción del lector. Esa es la característica de un buen cuento.  Así, con estos “condimentos literarios” Marco Antonio comienza a sazonar su cuento:   “El Coronel Aniceto Hoyos”.

Sólo por afinar su puntería, el “Coronel” Aniceto Hoyos, maduro en las lides entre Azules y Colorados, coge su rifle y hace blanco derribando a un transeúnte en las alturas de Llacilapuquio (Culquimarca), en espera de los “guairuros” comandados por Vergel. Tiene la barba crecida, enemiga de la navaja, que acaricia constantemente como si se tratara de su novia), y los ojos azules, o lo parecen a la tímida luz del atardecer. Las manos encallecidas sujetan con fuerza el arma que maneja con maestría admirable.

-Este don Aniceto tan ocurrente, no tiene dónde ensayar y prefiere las cabezas de los cholos para verlos rodar y reírse a carcajadas, alardeando de su puntería – dijo uno de sus asistentes.

El humor negro es otro de los  recursos que utilizan algunos cuentistas. Por eso el interlocutor del Coronel se atreve a decir así; y por eso, el Coronel le responde.

- Qué lo haremos, pues, si nadie quiere probar puntería y yo siempre estoy listo para ejercitarme –retrucó el “Coronel”- ¿Has contado ya cuántos van? –Agregó al poco rato encendiendo un cigarrillo y después de haber bebido un trago de ron-. Apuesto a que has perdido la cuenta porque las tumbas están muy separadas, sobre ella ha crecido la yerba y ha borrado  toda huella delatora.

                Caprichos del Coronel que, ascendido desde gendarme, peleó tanto en las guerras y ganó un título legítimo, concedido por sus méritos. Tanto extrañaba su vida anterior que para distraerse solo hacía tiro al blanco en objetivos vivos sin resistencia.

No obstante, aquí el narrador va desnudando la intencionalidad cruel y macabra de este afamado coronel, experto en ejercitar su puntería no en blancos convencionales y permisibles, sino en la propia carne  y cuerpo de los indefensos campesinos. Pero escuchemos qué dice nuestro coronel:

-Veremos cómo nos va frente a los gendarmes. Dicen que Vergel es un zorro cazando bandoleros… Pero vaya a enterrar  a ese perro vea si el muerto llevaba alguna cosita, que siempre nos hace falta. (…)

El coronel se había distinguido como un valiente en las luchas intestinas, sobresaliendo por su bravura; era proverbial su efectividad en el tiro  (pero cómo no iba a serlo si cogía como blanco a cualquier distraído transeúnte que se cruzaba ante él).

Formaba parte de los Colorados, llegando a comandarlos en alguna oportunidad, con la firmeza y estrategia que siempre le daban buen resultado, por ser adicto a la sorpresa.

El coronel nunca cayó prisionero, fue más astuto que sus perseguidores. Era la época de los bandoleros que asolaban la región.

Un día el coronel fue llamado de urgencia para comandar a sus compañeros y no se hizo esperar. Pronto estuvo al frente de dieciocho hombres aguerridos que necesitaban desquitarse de los Azules que asolaban la región.

En la refriega, el Coronel sintió en el pecho un ardor que lo abatió. Era una bala que lo había atravesado. Pidió a que compañero que lo retirara del camino, para morir. Se levantó como pudo y lanzó un grito furibundo: “¡Perros miserables, no vencerán! ¡Vivan los Colorados, carajo!”

El grito hizo que su lugarteniente se acercara de inmediato al lecho donde dormía el Coronel y lo despertó.

-¡Maldito sueño, yo no quería morir así!(Corcuera, 2005)

Como podemos ver, nuestro héroe-épico no estaba muerto. Simplemente estaba soñando. O mejor dicho viviendo una pesadilla, o tal vez  una premonición…No obstante, estaba incómodo, molesto, hepático. Un Coronel de su talla necesitaba una muerte digna y ejemplar, de mejor altura y talante. Una honrosa muerte envuelta en el misterioso hálito del heroísmo Quijotesco.Y entonces tomó una sabia decisión:

No pudo más. Haciendo un esfuerzo, se levantó y ordenó que ensillaran su caballo. Hizo desempolvar su uniforme de Coronel que ya le quedaba estrecho, (parece que ya nuestro Coronel estaba engordando demasiado) cogió su bastón de mando, su quepí, se puso los zapatos de soldado y se colocó la banda colorada sobre su pecho.

(Como un valiente soldado, un guerrero inmortal, un Leónidas criollo).

-¡A dónde va don Aniceto, por amor de Dios!-le suplicaron sus seguidores.

-A morir, como mueren los hombres.

- Pero si ya no tiene enemigos, ahora no existen los montoneros, los “guairuros” han terminado con ellos: Sólo existen hombres aislados que se dedican al pillaje.

-¿Pillaje? –Advirtió el Coronel- Nosotros somos distintos, todo lo hemos hecho por los demás, por eso estoy ahora viejo y enfermo.

- Sí, pero ya es medianoche, don Aniceto. ¿Adónde va a ir en estas tinieblas?

El “Coronel” exigió, sin embargo, que lo ayudaran a montar y luego de sostenerse como pudo, picó espuelas y el caballo saltó en estampida.

No anduvo mucho trecho. Cuando lo hallaron estaba caído y se encontraba herido. Lo trasladaron de inmediato a su casa, pero no consintió que lo desvistieran ni menos que lo acostaran. Se irguió arrogante, se persignó por primera vez en su vida y fue desplomándose suavemente: la muerte lo estaba esperando.(Corcuera, 2005).

Así es el final del cuento. Un final sorpresivo y contundente, a la usanza de los buenos escritores que aspiran que el final sea dos veces bueno. Que nos hace recordar las aventuras y desventuras  de ciertos personajes que constituyen una casta y que representan la metáfora de la dominación, el oprobio y el abuso. Pero que luego de usufructuar del goce y hedonismode la soberbia y del poder, terminan demolidos y desharrapados, entre los grilletes de la más espantosa soledad.Esto lo podemos advertir en “El Coronel, no tiene quien le escriba”. O en las andanzas épicas e hiperbólicas  del Coronel Aureliano Buendía”, en fin todo unEthos social, una élite de autoritarismo y dominación que en la pluma de muchos escritores, como García Márquez, con las obras ya citadas, o Jorge Díaz Herrera, con “La Agonía del inmortal”, y en esta oportunidad  con “El Coronel Aniceto Hoyos”, de Marco Antonio Corcuera, se puede ver el holograma de nuestra cruda realidad histórico-social que exige una profunda reflexión crítica para su mejor comprensión y valoración.

Quiero, finalmente, sintetizar esa misma admiración, esa misma emoción que sintió Eduardo Gonzales Viaña, por nuestro recordado poeta y escritor:“Esta mañana, el periódico dice que Marco Antonio se ha quedado dormido para siempre, y eso no lo creo posible. En vez de quedarse dormido, el poeta ha despertado del sueño que es la vida a la inmensa y permanente vigilia que nos espera en los cielos. Levanto los ojos y entiendo para qué sirve la poesía y veo cómo marcha hacia la luz Marco Antonio y cómo se lo lleva el viento, corazón tendido contra la corriente”.

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[1]Conferencia expuesta por el Dr. Ricardo Cabanillas Aguilar durante la ceremonia de presentación de la los libros “El Coronel Aniceto Hoyos y otros cuentos”, “Los músicos de la Aldea” y “Estrella  de cinco puntas”), de Marco Antonio Corcuera Díaz, realizada el 10/05/11.

 

* RICARDO CABANILLAS AGUILAR poeta, narrador, dramaturgo y ensayista, laureado en diversos certámenes literarios regionales y nacionales.  Ha publicado: “La casita Teja Roja” (1991), “Fábulas del Arco Iris” (1993),  “Canto rodado desde la cima del trueno” (1995), “Exhorto a la palabra ausente” (2000).  Actualmente es docente de la Escuela de post Grado y de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Cajamarca.

 

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