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Socorro Barrantes Zurita
Cuentan los agoreros de la sierra peruana, de Catilluc o Sabaná, que uno de los frejoles maravillosos, de aquellos cuentos universales de hadas, se detuvo a media cuadra de la Plaza de Armas y de esas raíces mágicas nació Alfonso Barrantes Lingán, pequeñito, habichuela vivaz, luciérnaga, brillante lucero, sarcástico, puya de caracashua.
Era su madre frágil mujer que al rato murió, dejándole como herencia un hato lleno de sabiduría y de amor, no sólo por su barrio, no sólo por San Miguel, ni Cajamarca, sino por el Perú. Subido en peña de viejas consonancias, entre las tristes penas de perder tan pronto a la madre, arengó solito a su propio corazón: ¡No te acobardes ante la penas, ni ante el fiero invierno de noviembre, ni ante el poderoso señor que todo lo compra y lo vende. Júntate al indio de tu sangre, al obrero de tus pensamientos, al creador de nuevos paraísos imaginados, soñados o reales. Siembra el ichu de tu llanto para que florezca, adherido a la tierra, en margarita de blancos pétalos y verdes hojas. Lucha frejolito ameztizado, échale fuego a tus ansias, ardor a tus ideales y prende la pradera de dulces moras, que eleven al viento su fragancia y cunda la libertad por páramos y valles, por calles y quebradas!
Tu padre te miraba de lejos y encendía sus ojos zarcos al son de tus conquistas. Gracias a la tía que amamantó tu tristeza y la cambió por la visión positiva del Perú y del Mundo. Miraste de frente, sin fronteras. Armaste tu guarida en la vanidosa capital, te hiciste el hombre del Perú profundo y vasto. Creaste entonces las alas de la izquierda socialista, el APRA no te había convencido. Le pusiste color a las luchas de obreros, de campesinos, de estudiantes, de maestros, apareciendo en la mesa de los pobres el vasito de leche fresca para el niño, para las madres un comedor en el que se hablara de comidas, de hambres y miserias, pero también de conquistas de las mujeres proletarias y andinas, quienes hilaron siglo tras siglo la idea de ser iguales en derechos y oportunidades como los varones, que a pesar de sufrir los embates del injusto orden social, se creen aún superiores y hasta pueden llegar a matar al objeto de su amor, a quien no consideran aún, sujeta de sus propias decisiones.
Cuba tu segunda patria segunda, también guarida más allá del mar, cerró tus ojos en la Habana un dos de diciembre del 2000. Pa´ catorce años ya , tu tierra madre en San Miguel, extraña el olor de tus huesos, que descansan en la capital y no aquí, tal vez porque desde allí conquistaste el amor de tu pueblo que pudo ser distinto a como es hoy inválido. No enriqueciste tu bolsillo, sino tu pensamiento, tu corazón, que vuela, tizón encendido, para brotar de nuevo en su candela, de donde nazcan líderes auténticos, que se mueran de hambre mientras sueñan y trabajan por una Patria nueva, donde el pan, el vestido, el agua, el aire, la luz, la sabiduría, la creación, la equidad, alcance para todos. Amén
San Miguel, 22 de Noviembre del 2014