CANTARES DE MUJER 7 DE DIC 2014

 

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A UN PASO DE LA  CERCANA MUERTE

Óscar Barrantes

                1922, alboroto en la casa de San Pedro de Lloc,  mi nacimiento.  Nací como nacen los seres de esta tierra, sencillamente adherido a la sed de los delirios, en el grito primigenio de la luna estupefacta y certera de mi nombre.  Nacer, privilegio de la duda  pues, no se sabe, no se puede calcular el hemisferio de la vida o el  de la muerte.  Mis últimas correerías por el vientre amado de mi madre, pronto el grito de la vida,  atento al vuelo de mis alas, saliendo   de la crisálida dulce y tierna.  Tomé la alforjita de agua, cerré la puerta de  nueve meses, tomé el reloj de la roja pared, me dispuse a salir.  ¡Miré a mi madre, era tan parecido a ella!

 

                Rotundo el alarido de la existencia, por lo general, silencioso, el de la muerte.  Despacio, fui saliendo al terrenal mundo.  No era el páramo imaginado, tampoco el mar, menos la palmera;   la cordillera.  Iba trenzando el aroma de la costa con la verde  cabellera de la sierra, de allí  era mi padre,  nuestro amado padre.  Viviríamos en San Pedro de Lloc,  Cajamarca,  por largos o cortos años escolares, allá en el Pilancón, propiedad de don  Ciro. Fuimos felices en aquella casa, también sufrimos los sufrires comunes de las familias, los amores  nacientes, las pasiones profundas, el día, la noche, la tempestad, la calma, o no tía Raquel?

 

 

                Partí una mañana hacia la costa.  Lo tenía bien  claro, sería arquitecto y lo fui.  Mi madre había muerto y papá  alentaba  los ribetes de mi poncho alborotado, ya sin poncho.  La costa jalaba  el giro de mis huesos, mis ansias por conocer el mundo, más allá de la casa paterna.  Verdaderamente el mundo daba vueltas en todas las distancias.  Me quedé en la costa, ese fue  mi paraíso terrenal.  Conocí el amor de paisanas, de blancas,  morenas, pero

 

Luisa se posicionó de mi alma y de mi cuerpo, como la circunferencia cósmica, abarcando la historia para toda la vida.  Fui arquitecto de mi propia algarabía y ternura para con los míos y los demás.  Construí cientos  de casas y edificios en mi Patria Chica, Piura, lugar al que llegué de purita casualidad,  por allí también mi hermana Marcela, le había puesto el ojo  al sol de Colán y a la  luna de Paita.  Nacieron nuestros hijos, después los nietos y nietecitas,  a los que amé, amo y amaré más allá de los bordes  fluviales de mi muerte.

                Me queda entre los labios la grandeza de tu nombre Vida.  La rabiosa  luz de tu férula fecunda  al transcurrir  mi existencia.  ¡Oh Dios,  te quise como a nadie! Te llevo entre mis últimos alientos y hoy que lloro, como un niño, por la vida,    te vienes muerte y robas mis alientos, mis  suspiros, mi amor….  Titina, tina tontina,/ la de la voz argentina/ y el aliento de jazmín,/ sal a tu ventana, ingrata,/ y oye la mandolinata/ que te doy en el jardínTitina, tina, tontina, / siendo, como eres divina,/ siendo como eres, así,/ ¿Por qué no asomas , ingrata,
y no te fijas en mí?

                Mi llanto era para borrar si alguna mancha,  manchó tu amor Luisa querida,  hogar de incomparables circunstancias, patio amplio  el de nuestra casa para que quepan todos como aquí en mi corazón.  Ahora tomo la Cruz  hacia  el Gólgota, y al tercer día resucitaré  en  recuerdos de los que edificamos  junto a nuestros hijos y nietos.  Para ellos dejo  los versos de la Mandolinata, que los aprendan y me los reciten de vez en cuando, la sortijita de oro para ti amor, te quise tanto, tanto…  para mis hijos, mis hijas les dejo la luz preciosa que acompañó mi estancia por la vida, para los nietos, hermanos  y  demás dejo mi ejemplo, junto a las estrellas que brillan en el amplio cielo de la existencia.

 

 

Y para vos JB, mi carnal,  como dirían los  mexicanos,  dejo toda la risa que no acabamos de reír en la confabulación  de las cosas y las horas.  Seguirás juntando a la familia de todos los lugares y rezarán una sarta de versos en mi nombre,  dando  gracias  por habernos querido tanto… Amén.

 

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