¡VE, UNO EN EL NORTE Y OTRO EN EL SUR!

 

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Por: Mario Noé Estrada Pérez.

 

En memoria de mi amigo Alfonso Pérez Huanca, fallecido el 30 de Julio de 2020. Trabajamos juntos por 20 largos años.

Mi traslado del distrito de San Gregorio, provincia de San Miguel, a la ciudad de Cajamarca, se produjo en mayo de 1973. Fue a jornada partida: 10 horas de clase en la G.U.E. “San Ramón” y 14 horas en el C.N. “Dos de Mayo”. En este último colegio es que encontré a Alfonso, más conocido como “Coco”, que se desempeñaba como personal de servicio: Se encargaba de la portería y del aseo del plantel. Muchas anécdotas nos involucraron a ambos en nuestra vida laboral. Pero hay una que quiero resaltar por lo que significa y representa para los peruanos que hemos tenido y seguimos teniendo sueños que nos llevan a desear un cambio de mando en los destinos de nuestra Patria, para bien de los más humildes, de los necesitados, de los sin voz.

Es el caso que, como maestro, desde que llegué al “Dos de Mayo”, me involucré en las luchas sindicales que encabezaba un naciente y aguerrido SUTEP dirigido por Horacio Zeballos Gámez. Tan fue así que formamos el primer Sindicato Base del que resulté yo elegido Secretario General. Vinieron huelgas, marchas de sacrificio, huelgas de hambre, encierros en seguridad del estado, y también, con las elecciones para la Constituyente, mi involucramiento en la política que hasta ahora mantengo.

En fin, Coco me conocía de sobra. Sabía él que yo pertenecía a la izquierda por el lado de Patria Roja y que, incluso, era dirigente de Izquierda Unida. Y cuando nos reuníamos para departir un trago, la conversación siempre enfilaba por el lado político. Tenía él su pensamiento fijo en la función del dinero y con justa razón, siempre remataba con la frase: “¡El maldito dinero carambas!”. Sí, el maldito dinero, esquivo para las grandes mayorías y a manos llenas para unos cuantos zánganos que se dan la gran vida con el sudor ajeno. Acá una cosa curiosa que siempre recordaré: Pese a no ser leído y tener origen campesino, ¡jamás salió de su boca una mala palabra!, a lo sumo, sus frases remataban con un ¡carambas!

Por otro lado, el apellido Pérez como que nos hermanaba. Él había nacido en Tacamache, distrito de Chugur, provincia de Hualgayoc y mi abuelo materno, Juan Pérez Paredes, era de Polulo, un lugar muy cercano a Tacamache y perteneciente al ahora distrito de Ninabamba, provincia de Santa Cruz. De tal manera que cuando nos poníamos a conversar, en cualquier momento surgía el tema de mi familia y Coco me decía que conoció a mi tío Juanito (no Juan, Juanito) Pérez Cabrejo, hermano de padre de mi madre Lastenia Pérez Gálvez y también a sus hijos, mis primos. De tal manera que las conversaciones se hacían interminables y no tenían cuándo acabar.

En diciembre del año 1988, en el Colegio y en todo Cajamarca seguramente, se comentaba del Congreso de Izquierda Unida que se daría en Lima los días del 19 al 22 de enero de 1989. Unos con un genuino interés como Coco, y otros por quedar bien, me preguntaban si yo asistiría al evento. Mi respuesta era afirmativa porque, como dirigente, yo ya tenía un cupo asegurado. Se daban entonces sugerencias, según mis interlocutores, de qué es lo que en el Congreso se debería tratar, de qué es lo que necesitaba el Perú para salir de la crisis económica en la que nos había embarcado Alan García… En fin, terminábamos con un apretón de manos y deseos de suerte en mi viaje.

Es así que se dio la clausura del año escolar y cada quien tomó su propio camino para hacer uso de sus vacaciones. Yo, por mi parte, empecé a hacer mis preparativos para el viaje hacia Lima, con la preocupación de cómo agenciarme del dinero para sufragar los gastos del viaje. Y viajé… y participé en el Congreso de la IU en Huampaní.

Con los resultados del Congreso nada esperanzadores puesto que el sector “barrantista” había abandonado el evento sin esperar los resultados de una votación universal y secreta que nos llevó a amanecer, regresé de Lima sin saber a ciencia cierta lo que pasaría con Izquierda Unida. Se tejían una serie de desenlaces que nada claro salía a flote. El asunto es que, ya estando en Cajamarca, me encontré con Coco un día que fui al Colegio. Al verme, Coco se dirigió hacia mi persona con una sonrisa de agrado en los labios y me dio la mano e incluso nos abrazamos, como si nos viésemos de años. En seguida Coco fue a lo que le interesaba: “A ver don Mario”, me dijo, “como le ha ido”. “Bien” le dije y otras palabras que no van al caso. Coco siguió con el interrogatorio: “Qué novedades del Congreso”, me preguntó. Sencillamente fui por las ramas, no podía decirle el real desenlace del evento. Le dije cualquier cosa pero siempre tratando de no bajar la llama de esperanza que Coco demostraba en su intervención. En cierto momento y sin yo poderlo imaginar por lo inesperado, Coco me lanzó la siguiente pregunta: “Oiga don Mario, ¿y Daniel Estrada Pérez qué es de Usted, su hermano?” Aproveché la ingenuidad de mi amigo y le lancé: “¡Claro, Daniel es mi hermano!“. Coco reaccionó inmediatamente como si la idea ya la hubiese tenido preparada de antemano, y con una genuina inocencia, soltó: “¡Ve, uno en el norte y otro en el sur!”. Yo me sonreí para mis adentros. Pero ¿qué quiso decir con ello? Cada quien saque la conclusión que más le apetezca.

Cajamarca, 26 de marzo 2021.
 

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