Hasta siempre querida y entrañable Pejito

 

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Hugo Reyna Goicochea

Integrante de la Promoción Manuel Gonzales Prada 1973

Colegio San Ramón

Nuestro Creador escogió, seguramente de manera especial, el pasado seis de diciembre, mes de la Navidad, para permutar, la venida de su Hijo, llevando  a su lado a nuestra entrañable hermana y amiga Esperancita Salazar Díaz de Becerra, nuestra muy querida Pejito, según designios divinos que no están a nuestro alcance, poder comprender.

Tengo muy bellos y gratos recuerdos de ella, asociados lógicamente a nuestra niñez y adolescencia, en su casa de la calle Contamana, la zapatería de su señor padre en el jirón El Comercio y por supuesto el Colegio Santa Teresita. Éramos, como se dice, amigos desde la infancia, conjuntamente con sus hermanitas Sholi y Mariela, con quienes alternábamos en los juegos de carnaval y una que otra fiesta, de una Cajamarca muy apacible de los años setenta.

 

Desde aquellos años juveniles, surgió, testigo somos muchos de los amigos, el despertar a aquel sentimiento diáfano, puro y sincero que se llama amor –para siempre- con Mario Becerra Urteaga, adolescente inquieto y extraordinariamente noble, que supo ganar su corazón y convertirse en el compañero de su vida, formando una singular familia con la llegada de sus tres retoños, razón de su vida: David, Dianita y Marly.

 

Sus ansias de superación personal, la llevaron hacia la primaveral Trujillo, donde estudió y se graduó como Químico – Farmacéutica, retornando a su tierra natal donde combinó sus actividades profesionales en el Seguro Social, hoy ESSALUD, su empresa farmacéutica y, en los últimos años, como una destacada docente en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Privada Antonio Guillermo Urrelo.

 

Como madre y esposa, se convirtió en la piedra angular de su hogar, al lado del compañero de toda su vida, mi querido hermano de promoción Mario Becerra, animando y colocando el entusiasmo en sus actividades empresariales.

 

Animosa y generosa, supo brindar su apoyo a quienes necesitaban de sus servicios, dadas sus arraigadas convicciones y vocación solidaria; aceptando con especial resignación la partida de sus seres queridos, como cuando, las fuerzas de la naturaleza,  en un aciago día, se llevaron a Dianita, aún en sus años primaverales, con quien seguramente nos estarán contemplando desde el regazo Divino de nuestro Padre Celestial.

 

Honestos somos y, como seres humanos, muchas veces, nos aferramos a nuestros sentimientos naturales, al dolor que causa cuando uno de nuestros seres queridos, ya no está con nosotros; obnubilados por la tristeza, no comprendiendo nuestra existencia finita y que al final, inflexiblemente seguiremos el mismo camino, hasta encontrarnos nuevamente todos.

 

Mi querida Pejito, tus hermanos de la Promoción 73 del Colegio San Ramón siempre te tendremos en nuestro corazón, tu presencia, ya no física, sino espiritual, permanecerá con nosotros protegiéndonos y  acompañándonos, en cada reunión de los compañeros y nuestras compañeras, a quienes tú también quisiste tanto.    

 

Pejito querida, escribo estas sentidas líneas,

acongojado por la tristeza,

con el contoneo de las lágrimas en los ojos,

por tu prematura partida.

 

Cuán difícil va a ser acostumbrarnos

a tu ausencia física,

aun sabiendo que siempre

estarás con nosotros.

 

Cuida de Marli,  Mario y David,

así como siempre lo hiciste,

vela también por nosotros, tus queridos

compañeros y compañeras de la promoción.

 

Estamos seguros que estás ya con Dianita,

y  los compañeros de la promoción

que  nos anteceden en el inexorable

camino hacia la vida eterna.

 

Seguros también estamos,

que en algún momento,

volveremos todos a estar juntos,

acrisolados en una sola alma colectiva.

 

Querida Pejito: ¡Descansa en Paz!

 

 

         

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