¡CÓMO SE NOS VA LA VIDA…!
Socorro Barrantes Zurita
De la Iglesia de San José hacia abajo, llegábamos al cequión, fulgurante chorrera, estallido de agua, destilando manantiales, venas bajando desde Chontapaccha. Este bello cequión, daba, a la vueltita, al hermoso fundo de la Familia Chávarri. Familia de aquellas que ya no hay: generosa, educada, cálida en su sobriedad. Mi padre fue amigo de ella, lo querían mucho, conocidos de Llapa, pues. Por ello, siempre íbamos de visita a la Familia Chávarri. Pastizales verdecitos para el ganado; una hermosa chacra de choclos, que año a año frutecían, enredando en los maíces, los frejolitos verdes, los chiclayos con sus grandes flores amarillas, Al canto dos hileras de frondosa quinua. Gozaba mi padre con aquellos granos blancos, divinos, dulces, recién cosechados.
Humeantes salían de la casa de doña Aurorita, con su trozo de quesillo, que ellos mismos hacían de las vacas lecheras ¡gloriosa tarde! Mi padre a Don Darío Chávarri, el abuelo, le gastaba bromas de buena ocurrencia, gozando las dos familias de una amistad bonita y sabrosa. Todo fue acabándose con la llegada de nuevas casas, reemplazando a las chacras, a los cercos de azules pencas. El tiempo caía sin demora y los viejos amigos se fueron yendo. Tenían una hija muy buenamoza, cabellos largos ondulados, ojos brillantes, muy hermosa mujer que dedicó su vida, a uno de los pocos peleteros de Cajamarca, don Adolfo Vallejo Villegas, quien se enamoró perdidamente de aquella moza. Don Adolfo, hombre de muy buen mirar, de tal manera que una de mis tías también se enamoró de él antes, fruto un hijo abogado, poeta, reidor, de humor fino, entre otros retoños creo. Pero Don Vallejo quedose con la flor de Aurora, teniendo varios hijos, dentro de ellos una bella y amorosa SOCORRITO VALLEJO CHÁVARRI.
El año pasado falleció su hermano, luego su madre, otro hermano, ahora le tocó a ella, tierna niña que vimos crecer con sus ojos grandes preciosos, cabello ondulado como el de su madre, esbelta como su padre, bondadosa, tierna como la abuela. La curtiembre Vallejo, fue notable en sus mejores épocas, no estoy segura, si está hasta la fecha, pero dio nombre a este oficio, de curtir las pieles de vacunos, para luego ir transformándolos en duraderos zapatos según la calidad y hacedor de ellos o en otros objetos. Escasas pre fábricas de este negocio en Cajamarca. SOQUITO tomó las riendas en la venta de estas pieles curtidas y luego amplió el negocio a otros productos, administrando por años una simpática tienda en la calle Puno, prolongación del Jr. Amalia Puga. Alimentando de ello a la familia, a sus sueños.
Atendía con su madre, ambas excelentes anfitrionas de las ventas, buscaban con paciencia y cordura lo que uno pedía. Trato de amble sonrisa, nos permitía hurgar en cada rincón para hallar lo buscado. Conocimos más a SOQUITO, que a los otros hermanos. Muy allegada al hermano Rubén, quien partió hace algunos años al infinito sol. Rubén, hijo del Sr. Vallejo en tía Adalguisa, el genial Rubencito, sanramonino de corazón, se quisieron como buenos hermanos. Las nubes negras avasallaron de pronto aquel hogar, se llenó de lágrimas, de ausencia, de luto. Hoy se despide ella dejando una estela de clara sonrisa y paciencia basta. Quiero recordarla, bendecir su paso por la vida. Fue una mujer íntegra, decidida, valiente, asertiva, para salir adelante, venciendo dificultades y espinas.
A través de estos recuerdos vagos, quiero sumergir la hermosura de su vida en aquel cequión de aguas purísimas, sin contaminación. Que discurra su adiós entre cristalinas notas del agua y el sabor del dulce maíz, con sus papas sancochadas, huacatay y el trozo de quesillo que alentó la amistad y la vida.
Cajamarca, 11 de agosto 2021.