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CANTARES DE MUJER

 

RECORDANDO A DOS AMIGOS ESCRITORES QUE PARTIERON

 

Por: Socorro Barrantes Zurita

 

 

JUAN RIVERA SAAVEDRA, a un año de su viaje. Por los linderos de lo eterno, multiplicando recuerdos en la tierra, JUAN RISA camina…  La muerte, esa lóbrega distancia entre lo visible y lo invisible atasca el sonido, la voz en el misterioso silencio de lo improbable.  Rasga las vestiduras del teatro donde la función debe empezar, desde el grito inaudible del más allá, hasta los labios de María.  Entonces retoma voz y la besa en esa escena fundamental del amor.  La claraboya deja pasar el incienso de su existencia y todo huele a él, a su nombre, a su recuerdo,  a sus ganas de reír a carcajadas,  en la comedia de lo humano, de lo breve, de lo finito.  ¡Ah linderos ocultos bajo el maguey de la noche! Toda la noche en vela, se la pasó María, esperando tomar sus manos hasta que partiera, como se lo habían prometido, allá en el patio, junto a la higuera de las brevas dulces. La infamia los apartó y el actor, el director, el célebre dramaturgo fue muriendo de soledad en el insomnio de la agonía, sin poder escribir el capítulo final de aquel monólogo, que escribiera para ella,  al calor de sus tardes junto a la piedra del río, rodando hacia el mar.  María toma de las manos a su amado dramaturgo, limpia sus silencios, las penas, los arrebatos de impotencia.   Sus manos están allí acariciando su soledad, su invierno, sus lágrimas y le enciende en cuerpo y alma la lealtad de amarla más allá de la muerte y del olvido.

LUIS EDGARDO SANCHEZ ZEVALLOS

 

 

Al año y unos meses, va al encuentro de su esposa, con quien compartió más de cincuenta años.  Ese amor de fuente primigenia, cuyas aguas emanan sin cansancio.  Ya no está la pradera, donde pasaba el tiempo, su tiempo de calmados corredores, en que la noche sacaba a relucir estrellas, para contarlas de dos en dos,  descubriendo la gracia de Dios bendita.  Su palabra, metida en las brasas de sus vidas sedientas de aquel Hombre que predicó el amor y la paz,  Nunca dejaron de orar, hincados de rodillas ante la vida.  La oración suplicando para descubrir y valorar la fuerza de la familia.  Entonces suplicó una vez más para que la suerte hiciera brotar de su mente pensamientos nobles que debía escribirlos para dejar herencia escrita, junto a su ejemplo, de padre, de maestro, de educador, de caminante.  Nos deja   varios libros que animan su recuerdo.  En ellos hallaremos su pensamiento,  su sentir sencillo y profundo. Hemos subido a la cumbre de los adioses, para despedirlo en su reciente viaje. Hemos subido unos cuantos escritores y poetas, para cantarle el himno de la amistad, esa dama jubilosa y humilde que persiste más allá de toda eternidad.  No, no somos los grandes, los notables, los que venimos a despedirlo, somos los humildes poetas de esta tierra, que escribimos verso a verso el poema de la despedida hacia el parnaso lejano e indescifrable, acompañarán el sendero, volarán mañana en fresco viento,  nos vendrá entonces, su memoria,  su recuerdo eterno.

Cajamarca, 08 de junio 2022.

 

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