NEQUISA

Jaime Abanto Padilla

Te fuiste sin avisar, sin despedirte. Se quedó pendiente nuestra partida de ajedrez y esas últimas cervezas en el Tizney. Los últimos días ya no querías hablar y eso me dolía y me jodía el alma. A veces te recuerdo feliz, haciendo sonar las botellas cuando llamabas y decías: ¡Venite volando!, ¡Vente raudamente!

Se nos fueron los días Nequisa, esos que teníamos impregnados en poemas amarillos cuando llorábamos. Como aquella tarde de enero que llegué con el alma rota a contarte que la mujer que amaba me engañaba y solo te reíste sobre mi tristeza, pero me abrazaste para decirme que la vida es así y que el amor y el desengaño eran una avenida sin retorno.

A veces pienso que volveremos a encontrarnos. Otras veces no sé. Quisiera contarte que encontré a una buena mujer, que me gustaría que la conozcas mientras salimos a conversar para hablar de los libros que nunca leímos o de ese insecto de colores que encontraste aquella vez en tu patio y que te negaste a aplastar.

Quisiera decirte que hoy lloro menos, pero siempre lloro. Que a veces la tristeza me sorprende en el pasillo de las tardes que no han de volver. He encontrado entre viejos papeles una nota de Santiago Aguilar en la que dice que nos espera en el parque de las flores para hablar sin tristeza y con mucha cerveza. No sé si asistir. La verdad es que tengo miedo. Tú y él ya no están. Me he quedado solo... Tengo miedo de irme y no volver.

Cajamarca, 12 de setiembre 2024.