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Lilian Nelly Goicochea Ríos [Poeta del Ande]

Por Jaime Abanto Padilla

Hace unos años, cuando aún no terminaba el colegio, en el curso de Educación por el Arte debía entrevistar a una poeta reconocida de Cajamarca. Había dos opciones que me atraían, una era Lilian Goicochea Ríos, la otra Manuel Ibáñez Rosazza. Opté por la primera.

Así conocí a la poeta, en su domicilio, la recordaba de mis años de niñez cuando iba a vender sus poemarios a mi escuela de aquellos tiempos. La entrevista fue breve, me escuchó con atención y me atendió con esmero. Aquellos días yo tenía escrito varios poemas, aquellos que nacen en medio del amor adolescente y la ternura de una edad que no vuelve. Aproveché para decirle que tenía un amigo que escribía, pero que era muy tímido, que me gustaría que revise sus poemas, que quizás valían la pena. Ella aceptó y me citó para otro día.

Días después retorne a su casa con un folder lleno de poemas de mi supuesto amigo. Los leyó con minuciosidad mientras corregía mis vergonzosas faltas ortográficas (sonaba una canción de José José desde la radio). Yo esperaba que concluya su labor de lectura como quien espera el fallo inapelable de la vida, de un futuro cierto o incierto.

Después de casi dos horas me dijo -Dile a tu amigo que escribe bien, que hay algunas cosas que corregir, pero escribe bonito, dile eso a tu amigo, que en realidad eres tú- Me dijo mirándome a los ojos. Yo me sentí descubierto, expuesto, avergonzado, humillado… balbuceé una fallida mentira y no me quedó más que aceptar y confesar que eran mis poemas, guardados en lo más profundo de mis secretos, escritos en horas de insomnio y de tristeza.

Ella escribió el prólogo de mi primer libro “Huellas de Soledad” en esos días, han pasado 30 años desde aquel tiempo. Desde ese entonces el viento y el destino me llevaron siempre con las letras, me llevaron por cientos de caminos y llegaron otros libros, otros países y otras historias que acabaron varándome siempre narrando historias y escribiendo versos en cualquier lugar del mundo.

Tiempo después llegaron los primeros premios y aplausos, las oportunidades que uno sueña. Las columnas recurrentes en los diarios y revistas. Un día una universidad de México publicó mis versos con los de otros poetas peruanos que yo admiraba de niño, apenas podía creerlo. Alguna vez construimos con sueños y tristezas un Patio Azul que se convirtió en un festival internacional de poesía al que llegaban los poetas del mundo que solo había conocido hasta entonces por los libros… Pero nunca me olvidé de mi maestra, de aquella que prologó mi primer libro, mis primeras cuitas, mis primeros desengaños y esos versos malos que ella en su prólogo dijo que eran bonitos y ese acto generoso me obligó a escribir mejor cada día.

Ayer mientras me dirigía a trabajar, entre cláxones y ruidos de autobuses en la avenida recibí una llamada. Era ella, mi maestra, la poeta, la cajabambina que cambió mi vida. Me dijo que sería breve, que ella cree en que todo lo que hacemos y damos en la vida un día retorna, que es hora que le devuelva un favor de hace 30 años. Que va a publicar su libro número 16. Que ya he crecido, que tengo altura. Que quiere que le escriba el prólogo de su libro.

Un silencio largo se apoderó de mí. No puedo creerlo. Me pide que le responda. Le digo que sí emocionado. Apenas puedo decir sí, porque tengo un nudo en mi garganta que me aprieta recordando 30 años en un instante, - ¡Sí! - repito con un grito casi ahogado mientras unas lágrimas de felicidad se despeñan por mis mejillas a esa hora impensada de la tarde y le doy gracias a Dios por poder cumplir un sueño de toda la vida, porque la vida es un búmeran… y todo lo que das un día vuelve.

 

Cajamarca, 13 de agosto 2021.

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