LA NUEVA POLÍTICA

                                                            Por Carlos Garrido Chalén (*)

Si Nicolás Maquiavelo, deudor del pensamiento aristotélico no ortodoxo, que caló en algunos pensadores del Quattrocento italiano, considerado un precursor de Marx, Nietzsche y Freud, por haber sido el primero en denunciar la doble moral que rige en  toda sociedad, viviera, seguramente que se vería obligado a reescribir “El Príncipe”, su Obra más trascendente, pues ahora importa más el pragmatismo que el idealismo, el mensaje más que el dinero, los temas más que la imagen, la sustancia más que el escándalo y la estrategia más que la táctica.

Ahora, fundamentalmente en la política, se juzga más importante trascender la arquitectura de los partidos, los valores más que la economía, la generosidad más que el interés propio; y se ha comenzado a hablar de comunidades, no de gobiernos, por que hasta las formas de ejercer liderazgo, cuidarse las espaldas, o controlar al propio Partido,  han cambiado.

Por eso que la mayoría de los analistas políticos de viejo cuño, que tienen una visión defectuosa de la política, al no haberse actualizado asimilando esos nuevos elementos, corren el peligro de quedar a la zaga. Y lo mismo le pasa a algunos políticos que no saben elevarse por encima de los Partidos y conducirse por medio de las ideas. Y así como el pueblo cambia, pues los votantes se han vuelto mucho más y mejor informados y cada vez más intransigentes ante el tono negativo de la política, los políticos deben cambiar con él. Estos - bajo la creencia absurda de que el que pega primero gana - se limitan muchas veces a dar golpes de efecto, que los medios de comunicación cubren con la retórica más negativa, simplista, y partidaria posible, y en su momento, las justas electorales se convierten en una carrera hacia lo bajo, y en una competencia para ver quién puede hundir al otro, que a la larga estupidiza las reglas de juego y el propio lenguaje de los políticos, que no conocen los usos de la derrota. Dick Morris dice que en nombre  del pragmatismo, no del idealismo, debemos volvernos más idealistas, afirmando que en ese sentido el dinero en política, por ejemplo, no es ni por casualidad tan importante como todos piensan, por que el mensaje es muchísimo más importante; que los candidatos necesitan suficientes fondos para transmitir su postura, pero que la superioridad económica no es crucial: tener más dinero ayuda, pero su importancia está universalmente sobredimensionada, pues por lo general, un candidato más rico con un mensaje más débil, perderá ante un candidato más pobre con un mensaje más fuerte, en la medida en que el candidato con menos cantidad de dinero tenga suficientes fondos como para comunicar su mensaje. La clave para llevar adelante una campaña barata, según él, es evitar gastar dinero en cualquier otra cosa que no sea proyectar un mensaje.

Coincidimos con Morris  que, en efecto, la política  no es un proceso mecánico: está dominado por las ideas; y que el dinero no habla sin un mensaje que transmitir; que en nuestra democracia, la forma más segura de captar a un votante es educarlo, y que los temas - que son más capaces de explicar el verdadero carácter y personalidad de un candidato - son más importantes que la imagen que es educarlo, y que los temas - que son más capaces de explicar el verdadero carácter y personalidad de un candidato - son más importantes que la imagen que se quiere transmitir.

Es importante saber también que dentro de la nueva política que ha implementado el desarrollo social, el humor público ha cambiado en los últimos tiempos; y que los votantes detestan los avisos negativos, y han llegado a admitir que la sustancia es más importante que el escándalo, salvo algunos casos flagrantes por ejemplo de abuso infantil, ataque y acoso sexual, falta de pago de cuotas alimentarias o violencia familiar, que a veces la gente no perdona.

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(*) Premio Mundial de Literatura "Andrés Bello" 2009 de Venezuela

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